(¿Estamos en un Nuevo Momento Histórico de la Lucha?)
Por Alfredo Velarde
Todas las anteriores seis tesis expuestas en Machetearte, a lo largo del mismo número de entregas para pensar la excepcionalidad de la compleja y actual coyuntura política mexicana y formuladas con el propósito de explorar una respuesta objetiva, además de comprometida con la pregunta que nos hemos formulado desde el inicio, en cuanto a si hoy estamos-o no-, inmersos en un nuevo momento histórico de la lucha que los mexicanos y sus trabajadores de la ciudad y el campo deben librar conjuntamente, en favor de la tan diferida como necesaria emancipación económica, política y social, carecerían de sentido si, a la par de desarrollar las propuestas que en este mismo espacio ya han sido formuladas, no colocáramos en el centro de nuestro Programa Político de Lucha inmediato la innegociable renuncia o destitución factual de quien con absoluta incapacidad, extrema discrecionalidad y ultra reaccionarios propósitos políticos en favor de la clase capitalista, detenta calamitosamente la titularidad del poder ejecutivo en lo que hoy queda de la nación herida que habitamos. De ahí, entonces, que nuestra próxima tesis, aborde este mismo tema.
Tesis VII) ¡A deponer a Peña Nieto y los intereses privados que representa!
Un primer requisito asociado a los esfuerzos ya planteados, tendrá que ser el aprovechamiento de la sinergia agitativa y propagandística que prevalece por todo el país en derredor de la cada día que pasa más impopular figura política de Enrique Peña Nieto y lo que representa, quien se ha convertido en un peso muerto incluso para el impertinente sistema de dominio explotador, que lo puso ahí. De manera que la labor de reconstrucción de su imagen hoy parezca misión imposible, aún para sus apoyadores. Así las cosas, coincidimos en la necesidad de amplificar el radio de la consigna que espontáneamente se ha venido generalizando, en el sentido de que el torpe y reaccionario titular del poder ejecutivo debe dejar ya o cuanto antes la silla presidencial, antes de profundizar la inconmensurable suma de daños y perjuicios que ya ha perpetrado contra el interés común de la gente y conduzca al país a un baño de sangre todavía mayor al que ya de por sí representa su inefable gobierno.
No podemos ni debemos permitir que éste gobierno prosiga, pero es evidente que Peña no renunciará si el movimiento no es capaz de imponérselo, echándolo del poder por la vía de los hechos y a como dé lugar. La fuerza del peso muerto y que como pernicioso lastre le significa a la misma sociedad del poder que lo impuso en la presidencia y, con ello, los egoístas intereses privados que representa, no obsta para que así lo entiendan y permitan los poderes fácticos que lo soportan, si el movimiento, haciendo acopio de inteligencia y un resuelto convencimiento práctico de confrontación no es capaz de imponérselo con la fuerza de su número, el repertorio articulador de las distintas formas de lucha dislocadoras del poder que se precisan, por todas partes, para fracturar su principio de autoridad y en favor de la legitimidad constructiva de un alterno espacio político validado socialmente–como un eventual Congreso Nacional Constituyente y tema de nuestra próxima entrega-, para encarar una resolución efectiva de la grave crisis económica, política y social de alcances estructurales que sufrimos, por cuanto –para su lógica-podría convertir a la resistencia en algo crónico que por lo demás y que de por sí, ya lo es.
Una cosa, por cierto, que le generaría más problemas de los que ya de por sí padece el unilateral y autoritario poder de clase ejercido contra todos nosotros y reacio a abrir las compuertas de un genuino cambio democrático social incluyente y de oportunidades para la gente del abajo-social, hoy del todo ausente e imprescindible.
De ahí la necesidad de persistir y radicalizar la consigna, con hechos y prácticas avocadas a tal propósito, para que ¡Peña Nieto se vaya, ya, de la silla presidencial!, a fin de que la sociedad mexicana pueda concretar, sin interferencias, sus renovados esfuerzos dirigidos a un emergente gobierno plural de salvamento social y rescate nacional, que sea capaz de ofrecer al escrutinio ciudadano y trabajador, vía la consulta directa a todos los inconformes, respecto al derrotero presente y futuro de un nuevo pacto social radicalmente diferente al que ha periclitado del todo en México así como de su obsoleto y anquilosado sistema económico-político, ya del todo desfondado y al que sólo le queda el argumento de la represión que debe quedar definitivamente conjurado.
Por eso mismo, no puede sino sonar como algo plenamente rebasado, el inútil intento por emprender una suerte de “control de daños” que el Secretario de Gobernación, Osorio Chong (alias el “Z-1”), le encomendó al sabidamente incapaz Roberto Campa Cifrián, en tanto que subsecretario de Derechos Humanos de la misma Secretaría para que “atienda” –léase mediatice- “los agravios, la violencia y la descomposición social” (¡sic!) de la que el actual gobierno y su gabinete legal y ampliado son una causa esencial, al frente del cual se encuentra Peña, bajo los evidentes propósitos de desactivar al movimiento social y la certera demanda porque el presidente se vaya ya.
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