Por Luis Conde.
Dicen que los números nunca mienten, pero incluso en estos la perspectiva es muy importante. Un seis puede pasar por un nueve y viceversa según sea conveniente, o como diría nuestro presidente “yo tengo otros datos”.
En estos años hemos sido bombardeados cada mañana con números optimistas que nos invitan a soñar con un México como potencia económica, pero la verdad es que a la luz de la razón dichos números distan mucho de ser aquello que nos quieren hacer creer.
Desde la llegada de la 4T pudimos observar que el peso ganó unos centavos en su apreciación frente al dólar. Dicha situación puede ser vista con buenos ojos después de tantos años de caída ininterrumpida, pues una moneda estable es necesaria para una economía emergente como la nuestra. Después, con las medidas tomadas por la crisis sanitaria del covid – 19, tuvimos una fluctuación durante varios meses, tras los cuales dio inicio el mal llamado súper peso.
La depreciación del dólar tras la crisis pandémica dio como resultado que el peso ganara valor frente a éste lo cual dio una falsa impresión de mejoría económica que fue inexistente, al menos a nivel microeconómico. La entrada de remesas se vio afectada por esta falsa apreciación, reduciendo los ingresos de las familias migrantes que no sólo vieron menos dinero reflejado en sus cuentas por el cambio de moneda, también tuvieron que sortear con este déficit los aumentos por la inflación. Misma situación pasan los mexicanos que trabajan para empresas extranjeras y cobran en dólares. Entonces, ¿si el peso gana valor porqué perdió poder adquisitivo?
Por otro lado tenemos a las personas de mayor poder adquisitivo, personas que realizan compras de bienes en el extranjero y se beneficiaron del menos costo por la tasa de cambio, lo mismo que los grandes empresarios que vieron una disminución en el costo de importación de productos y materia prima. Pero esta disminución no se vio reflejada en el costo de dichos productos en el mercado nacional, es decir que mientras ellos tuvieron mayor ganancia nosotros seguimos pagando lo mismo o inclusive más por el aumento de tarifas de aduana.
Desde finales del 2019 hubo una gran expectativa ya que se anunció un incremento record al salario mínimo. Con la aprobación de este aumento inició un fenómeno en cadena debido al poco control que se dio a dicha medida.
El resto de los salarios no tuvieron un aumento igual o mayor. Dicha situación puede verse como un recorte en la brecha salarial lo cual sería una buena noticia si los salarios fuesen competitivos, pero debido a la pérdida de poder adquisitivo del peso en realidad podemos decir que más personas se acercaron a la pobreza y no al revés como se suele decir.
La inflación fue de la mano del aumento salarial y es que ante la falta de regulación del mercado los dueños de este desquitaron dicho aumento con el alza de precios, ante lo cual aquellos que no tuvieron el aumento porcentual que se dio o aquellos que no tienen un salario por ser trabajadores independientes se vieron afectados en esta relación aumento – inflación.
La retención del impuesto sobre la renta –ISR-, si bien fue aprobado desde el 2014, su aplicación excluía la retención al salario mínimo y al aguinaldo, pero con la reforma en el 2020 comenzó a gravar incluso a estos, llegando al absurdo de que todo el aumento obtenido era retenido por el ISR ($594. 1pesos al mes ) lo cual llevó a un nuevo decreto en mayo para reducir el porcentaje de retención para personas que ganen hasta 1.2 salarios mínimos.
No sólo el ISR ha venido en aumento. Los impuestos están a todo lo que dan en la presente administración federal y como no si para sobrellevar el excesivo número de programas sociales se necesita una recaudación igual de excesiva. Pero lejos de la fantasía de “los que más ganan más pagan” la realidad es otra. Los millonarios deducen impuestos a diestra y siniestra llegando a tener saldos favorables es sus declaraciones fiscales, o como en el caso de Salinas Pliego que se pasa por el arco del triunfo estas últimas. Mientras tanto usted paga predial, IVA, tenencia, ISR, entre otros, e incluso ya te piden registro de mascotas, lo cual apesta a que se prepara un impuesto sobre estas.
Y ante todo esto nos atrevemos a decir que tenemos una economía que va viento en popa, pero con una visita a los mercados, plazas comerciales y hasta las tiendas departamentales nos demuestra que las ventas están en picada por la falta de dinero en los bolsillos. El número de personas con adeudos en bancos va en aumento. La quincena sólo alcanza para cubrir intereses y sobrellevar los gastos hasta la siguiente. Los emprendedores van en aumento para poder solventar los gastos, pero la mayoría fracasa ante el poco dinero que circula en las calles.
Y todo esto mientras las familias más ricas del país aumentan su patrimonio, el cual se calcula que en este sexenio alcanza la cifra de 79 mil millones de dólares. Sí, la economía va mejor que nunca, pero yo tengo otros datos. No es la economía de los millones de personas que como la de usted o la mía, es la economía de los mismos de siempre.