Por Nino Gallegos, para APIAvirtual.
A Joan Manuel Serrat, por el Pueblo Blanco de la adolescencia en Mármol.
El rasgo personal lamentable con o sin la investidura presidencial del Estado-Obrador, es la perversidad ante una ambulancia incendiada y dos paramédicos asesinados e incinerados.
La perversidad es la acción-reacción del cobarde, más cuando se tiene el poder, a todo modo, de serlo y hacerlo, porque no hay impedimento humano para mostrarse inhumano, lamentablemente, el ser supremo es la personalidad del que se sabe sabio y se desconoce ignorante, mediocre y limitado a su corto alcance en su humanismo mexicano, el Estado-Obrador, autor intelectual y material de la Historia Patria con los vivos y los sobrevivientes, los muertos y los feminicidios, los desconocidos y los desaparecidos 2018-2024, tiene la falsa responsabilidad de la cierta irresponsabilidad de no ser más que un hombre reducido a sus miserias humanas que las pesa y las hace valer desde la mañanera a la adormidera en el país de las sombras espectrales.
Alguien en la persona con la investidura presidencial del Estado-Obrador, está pasando a la Historia Patria de su autoría intelectual y material, liberal, autoritaria y conservadora como lo que José Ovejero define lo siguiente en “La ética de la crueldad”:
“Algunos autores están deseosos de ser transgresores que podrían decir cualquier cosa con tal de resultar chocantes. Pero la transgresión, por sí misma, se diluye en banalidad. Además, mientras que lo conforme se pretende eterno, aunque toda obra moral tiende a la obsolescencia, lo excesivo siempre corre el riesgo de caducar deprisa; cuando lo transgresor acaba siendo asumido por buena parte de la sociedad pierde sus aristas, ya no hiere, ya no traspasa los tejidos, se mella, entra, finalmente, en la tradición. El tiempo, y la transformación de las costumbres que necesariamente acompaña su transcurso, hace que lo que resultaba chocante deje de serlo. El exceso exige sensaciones intensas, placer, dolor, rechazo, arrebatamiento, escándalo, pero la repetición nos vuelve insensibles a las sensaciones fuertes cuando no exigen nuestra implicación real; lo que era excesivo se vuelve con facilidad moneda corriente”.
“Un hombre verdadero nunca habla mal de López Obrador”, y quien lo hace bien es el hombrecito culiempinado de Jenaro Villamil por el derecho y el deber deontológico que le da la libertad de expresión y hasta de exhibición en los canales(personales, liberales autoritarios y conservadores) de dominio público ante su Jefe del Estado-Obrador, que, de la transformación a la transtornación se les da, lamentablemente, la regresión mediática mental, del empleador al empleado exhibiendo la playera de la santa muerte con la camiseta de La Chingada Muerte, donde el dedo de la transgresión de meterse el dedo cordial de la mano izquierda en el culo, en silencio, para luego chupárselo ante el público como un hombre verdadero, mañanero y putañero que se ríe de la muerte y le pela los dientes fácticos y fálicos, lavándose la boca con las gárgaras sanguinolentas de Tabasco, Guerrero y Chiapas, pues en el Sur también se malvive y se malmuere por La Chingada de la muerte.