Por Vincenzo Comito
Fuentes: //www.elviejotopo.com
En las últimas décadas hemos sido testigos de grandes transformaciones en el mundo del trabajo. Vistas desde Europa, estas transformaciones parecen negativas en su conjunto, pero si las contemplamos desde una perspectiva global, el panorama tiende a matizarse al menos un poco.
Desde el advenimiento de Thatcher en Gran Bretaña y de Reagan en Estados Unidos (símbolos elocuentes de su acción son la feroz lucha de la primera contra los mineros y la del segundo contra los controladores aéreos), el ataque frontal al mundo del trabajo ha cobrado un nuevo vigor, arrastrando incluso a importantes fuerzas políticas antaño de izquierdas a un activo papel antilaboral y dejando atrás progresivamente muchas de las conquistas de posguerra.
En Occidente, este ataque, aún en curso, ha sido posible no sólo por las malas decisiones tomadas por los políticos, sino también por el desarrollo de los procesos de globalización e innovación tecnológica.
LOS EFECTOS DE LA GLOBALIZACIÓN Y LA EXTERNALIZACIÓN
Un factor importante en la transformación del mundo del trabajo en las últimas décadas ha sido, sin duda, los procesos de globalización, que, en última instancia, han conducido a resultados algo diferentes de los esperados por quienes los desencadenaron.
La pareja globalización-externalización fue iniciada en varias oleadas por Estados Unidos, por el gobierno y las empresas de la mano, y más en general por los países ricos, con distintos objetivos: en primer lugar, el de ampliar y profundizar el dominio económico, pero también político e ideológico, sobre el mundo; después, el de reducir los costes de producción, aprovechando en particular el bajísimo nivel de los salarios en los países del Tercer Mundo, frente a una mano de obra que en esos países estaba, entre otras cosas, cada vez más escolarizada, junto con, sobre todo en algunos de ellos, una cierta dotación de infraestructuras que resultaba funcional para hacer eficaz el proceso de deslocalización.
También pretendía reducir la fuerza de las organizaciones sindicales en los países ricos y, en cualquier caso, mantener bajo control los salarios y las condiciones de trabajo en ellos.
Esta expansión no habría sido posible sin un proceso paralelo de innovación tecnológica, desde la evolución del transporte marítimo y aéreo, con una fuerte reducción de los costes y una mejora de la eficacia de los servicios relacionados, hasta la modernización de las tecnologías de la comunicación, con el desarrollo paralelo, a partir de cierto momento, y prodigioso de Internet.
Mediante una gran expansión del comercio y la inversión desde los países ricos hacia los menos avanzados, algunas empresas occidentales han visto crecer ciertamente sus ventas, sus beneficios y su solidez financiera, pero algunos resultados, que están a la vista de todos, parecen más bien inesperados.
Muchos países, especialmente en Asia, empezando primero por los llamados «tigres asiáticos», seguidos inmediatamente por China, han visto, gracias a la llegada de la inversión y los conocimientos occidentales, un prodigioso desarrollo de la economía y, paralelamente, del empleo; el proceso ha ayudado a sacar de la pobreza a muchos cientos de millones de personas en China y en varios otros países. Por supuesto, no todo han sido rosas y sol, como demostró, por ejemplo, la tragedia de los trabajadores textiles de Bangladesh hace unos años, pero en conjunto, la apertura de los mercados ha aportado grandes beneficios a los países del Sur, aunque de forma desigual, en términos de empleo y de economía en general.
La deslocalización de las actividades industriales al Sur, aparte de las ventajas de las oligarquías relativamente pequeñas, ha tenido efectos más bien negativos en el Norte. Sectores industriales enteros han emigrado del Norte al Sur y hoy es Asia el centro del desarrollo industrial.
En la actualidad, los países del Tercer Mundo controlan el 60% del PIB mundial, con una tendencia creciente; dentro de unos años estaremos probablemente en el 70%. Además, los países del Sur han aprendido a gobernar las tecnologías más innovadoras; el caso más emblemático es el de los chips, cuya producción, sobre todo los más avanzados, está hoy controlada en gran medida por Taiwán y Corea del Sur, mientras que más del 50% del mercado mundial está en China.
Al mismo tiempo, hemos asistido a una importante desertización industrial en varios países del norte, desde Estados Unidos a Francia, pasando por Gran Bretaña; en Italia, como es habitual, se ha manifestado más tardíamente, pero desde 2008 hasta hoy nuestro país ha visto desaparecer dos quintas partes de su sistema industrial (Bricco, 2023).
En Estados Unidos, millones de trabajadores han perdido su empleo y parte de la clase media ha entrado en crisis, mientras que el último intento de reiniciar un proceso de reindustrialización del país se ha topado con la falta de conocimientos técnicos y de mano de obra adecuada, así como con unos costes desorbitados (producir chips en Estados Unidos cuesta ahora entre un 50% y un 60% más que en los países asiáticos). La pobreza ha aumentado, el alcoholismo, las drogas y los suicidios se han extendido entre las capas más bajas de la población.
También como consecuencia de estos procesos, se ha producido una importante pérdida de peso y fuerza de las organizaciones sindicales en los países del Norte, sobre todo en Europa. Este proceso de degradación tuvo lugar con la complicidad, a menudo activa, de la mayoría de los gobiernos, como ya hemos mencionado, desde Reagan a Thatcher, hasta nuestro Renzi, con su terrorífica ley del empleo, quizás el punto más bajo de un partido «progresista» en un país resignado a la decadencia.
El impulso de los procesos de globalización también ha contribuido a trastocar el orden internacional surgido del final de la Segunda Guerra Mundial y a situar a Asia, en particular, en el centro de los procesos económicos y políticos, mientras que Occidente tiene cada vez menos capacidad para imponer su voluntad en el mundo.
EL IMPACTO DE LA INNOVACIÓN TECNOLÓGICA EN EL MUNDO LABORAL
Otra fuerza importante que influye en el mundo del trabajo es, obviamente, la innovación tecnológica, hoy en su doble vertiente digital y energética. Recordemos, de forma preliminar, que las transformaciones tecnológicas no son neutrales, sino que están impulsadas por los intereses de quienes las controlan, en particular por unos pocos grupos oligárquicos mundiales, en conexión con un mundo político a su servicio, y que estos procesos, por otra parte, interactúan con los mencionados anteriormente de globalización-subcontratación.
Repasando en pocas palabras la historia de la posguerra, asistimos, ya a finales de los años 50 y principios de los 60, a un primer desarrollo de los procesos de automatización, mientras que también en Europa se extendían las metodologías tayloristas de organización del trabajo, que condujeron, entre otras cosas, a lo que un estudioso de la época, Georges Friedmann, denominó le travail en miettes (en un texto cuya primera edición data de 1956 en Francia).
Más recientemente llegaron los ordenadores y la informática, que más tarde darían lugar a la revolución digital, entre otras cosas con el desarrollo de Internet y sus derivados, al tiempo que avanzaba un nuevo nivel de automatización en las fábricas.
Hoy vemos el deslumbrante desarrollo de la IA, pero también hay otras innovaciones importantes; en primer lugar, en lo que respecta a los procesos de automatización, se están desarrollando robots más ligeros y flexibles, más rápidos y más baratos. Luego está la impresión en 3D, que avanza y de la que todavía se habla poco. En algunas fábricas estadounidenses y chinas, ya se pueden fabricar objetos muy diversos, desde piezas de aviones hasta paredes de edificios, pasando de una producción a otra en cuestión de minutos cambiando casi únicamente el software. Por último, recordemos cómo el sector agrícola tiende a verse afectado por una ola de innovaciones que podrían conducir a su drástica reducción; van desde la carne, la leche y el queso producidos en laboratorios hasta las fábricas verticales de frutas y verduras, mientras que los científicos chinos anunciaron hace algún tiempo la síntesis del almidón en el laboratorio, un descubrimiento que podría conducir a la producción de cereales también en fábricas. Inevitablemente, esta transformación también provocará cambios importantes en el trabajo agroindustrial.
LA CALIDAD DEL TRABAJO: LA UBERIZACIÓN
Mientras los estudiosos debaten sobre las consecuencias de la innovación tecnológica en la cantidad de trabajo disponible, hay pocas dudas sobre la dimensión cualitativa del problema. La innovación tecnológica y la globalización, así como la negativa de los gobiernos a gobernarla, si bien favorecen a una pequeña minoría de privilegiados en Occidente, suponen al mismo tiempo una degradación de la condición de una gran parte de los trabajadores, y ello en muchos frentes.
Mientras tanto, hace tiempo que nos enfrentamos a un vasto proceso que algunos han denominado «uberización» del trabajo. Las actividades de empresas como Uber y otras que operan en la llamada economía colaborativa no son tanto una innovación en el mercado laboral sino la culminación de una tendencia a largo plazo. Incluso antes de la fundación de la citada empresa, la economía estadounidense se estaba «uberizando» en esencia, con decenas de millones de estadounidenses implicados en alguna forma de empleo precario. En un país como Gran Bretaña, por tanto, alrededor del 15% de la población activa está empleada actualmente en este sector.
Las principales empresas de la economía colaborativa, en su política hacia los trabajadores de las distintas actividades, defienden el principio básico de que su papel es el de meros intermediarios entre los clientes y los proveedores de servicios y que, por tanto, estos últimos son a todos los efectos trabajadores autónomos.
Así, las personas sólo pueden depender de sí mismas en caso de accidente, enfermedad, embarazo, etc.; de ahí que no haya cotizaciones a la seguridad social, ni servicio sanitario, ni pensión, ni vacaciones pagadas, sino sólo una competencia feroz entre individuos atomizados, en una carrera hacia el abismo.
Nos enfrentamos, en definitiva, a un precariado generalizado. La disponibilidad de sofisticados programas informáticos permite a los jefes controlar en todo momento el rendimiento de los trabajadores y ejercer una presión muy fuerte sobre su comportamiento.
En varios países, algunos tribunales han intervenido, impugnando la visión de las empresas y concediendo a algunos trabajadores sus derechos, o al menos parte de ellos. Pero para la mayoría los problemas persisten.
Muchos empleos, incluso los administrativos, se dividen cada vez más en docenas de tareas singulares, cada una de ellas asignada a trabajadores dispuestos a operar en cualquier parte del mundo y capaces de ofrecer el precio más bajo. El sitio más conocido a este respecto es Mechanical Turk de Amazon, que ofrece constantemente la posibilidad de realizar una miríada de pequeñas tareas a un nivel extremadamente bajo. Todo lo que se necesita es una conexión a Internet. El trabajo se realiza prácticamente a destajo (Comito, 2023). Son principalmente los trabajadores pobres de África y Asia los que «se benefician» de ello.
En cuanto a la calidad del trabajo en Francia, la CNIL, Comisión Nacional de Informática y Libertades del país, ha sancionado a la filial de Amazon encargada de los depósitos logísticos locales del gigante estadounidense, condenándola a pagar una multa de 32 millones de euros por haber establecido un sistema de vigilancia electrónica de la actividad y el rendimiento de los empleados de la empresa que es excesivamente intrusivo y ejerce una fuerte presión sobre los trabajadores todo el tiempo. La CNIL también reprocha a la empresa que, en contra de la normativa vigente en el país, conserve los datos de cada empleado durante más de 31 días (Dèbes, Boone, 2024).
Siguiendo con el caso transalpino, casi una de cada cinco personas del sector no agrícola del país cobra el salario mínimo (que hoy equivale a 11,65 euros), frente a sólo el 12% a principios de 2021 (Madeline, 2024).
En Francia, como en varios otros países europeos, también aumenta el número de trabajadores pobres, es decir, de personas que tienen muchas dificultades para llegar a fin de mes. También en Francia, diversos organismos, desde la Agencia para la Mejora de las Condiciones de Trabajo (Anact), pasando por el Instituto Nacional de Investigación y Seguridad (INRS), hasta la Asociación para el Empleo de los Ejecutivos (Apec), estudian el futuro del trabajo en el horizonte de 2050 (Rodier, 2024).
En general, estos centros prefiguran un oscuro panorama del futuro, identificando una intensificación de la «repetibilidad» de las tareas, una mayor desestabilización del empleo asalariado, una destrucción de puestos de trabajo y una fragilización de la dignidad del trabajo.
Mientras tanto, también se está produciendo un retroceso en algunos otros aspectos de las condiciones de trabajo. El primer ministro francés anuncia en las últimas semanas una nueva restricción de las prestaciones por desempleo, después de que los derechos de los trabajadores se hayan restringido varias veces en el pasado tras la llegada de Macron al poder en el país.
Sin embargo, hay que recordar que la degradación de la calidad del trabajo con el avance de la tecnología no parece ser un proceso totalmente inevitable en algunos aspectos. A este respecto, cabe recordar los ejemplos de Alemania y Suecia, países en los que, en algunos casos, los poderes públicos han puesto en marcha programas de intervención que permiten salvaguardar la calidad del trabajo y mantener muchas actividades de alta cualificación incluso en presencia del desarrollo tecnológico.
Pero el deterioro de las condiciones laborales no está vinculado únicamente al desarrollo de las tecnologías. Recordemos que durante décadas hemos sido testigos de la introducción de métodos tayloristas en sentido amplio también en el sector administrativo y también en el sector de servicios. Avanzamos hacia la eliminación de todos los «tiempos muertos» y «costes inútiles», intensificamos el ritmo, aumentamos los controles; el «adelgazamiento» de la fuerza laboral y otros tipos de «compresión» de los empleos reducen la fuerza laboral, mientras grandes porciones de actividades se transfieren a la subcontratación y mientras las fusiones y reorganizaciones también buscan la «duplicacion» (Magnette, 2024).
¿SE REDUCIRÁ LA CANTIDAD DE TRABAJO?
La investigación francesa antes mencionada también nos introduce en la cuestión de la cantidad de oferta de mano de obra. Podemos recordar la existencia de dos escuelas de pensamiento, una, la mayoritaria, que piensa que las consecuencias del desarrollo tecnológico serán las de una reducción progresiva del número de empleos y una fuerte polarización entre una pequeña franja de empleos altamente cualificados y una mayoría de empleos descualificados; el otro enfoque minoritario, que piensa en cambio que frente a los empleos que desaparecerán, se creará un número igual en nuevos sectores.
Incluso si consideramos la hipótesis optimista, recordemos que, en la época de la primera revolución industrial, la protesta de los luditas a las máquinas por miedo a perder puestos de trabajo quedó desmentida por los hechos. De hecho, el acontecimiento acabó proporcionando al menos tanto o más trabajo nuevo del que se perdió, pero el proceso no fue indoloro y la transición no fue ciertamente instantánea; de hecho, a los afectados les costó muchas décadas de sufrimiento llegar a ese punto. Y en cualquier caso, la situación parece hoy más problemática que entonces, ya que los avances tecnológicos actuales son mucho más omnipresentes (Comito,2023).
Por cierto, cabe mencionar que, en un texto que se ha convertido rápidamente en un clásico sobre el mundo del trabajo, E.P. Thompson (Thompson, 1963) señala que los luditas no eran, como se ha transmitido, opositores ciegos a la introducción de máquinas, sino que luchaban contra la libertad de los capitalistas para destruir las condiciones de trabajo, tanto en lo que respecta a los salarios como a las prácticas técnicas y organizativas en la fábrica.
Por supuesto, el problema de la reducción incluso drástica de los puestos de trabajo se verá mitigado en cierta medida en el futuro por los nuevos tipos de actividades que puedan surgir; sin embargo, reorientar a los trabajadores hacia los nuevos oficios exigirá un importante esfuerzo de formación.
La forma de intentar mitigar la evolución más disruptiva de los procesos descritos pasa por la reducción de la jornada laboral, proceso que algunos están intentando, aunque luego hay que considerar que las transformaciones descritas serán lentas en el tiempo y que esto facilitará que los poderes públicos regulen de alguna manera la cuestión. En un futuro próximo, la reducción de puestos de trabajo inducida por la tecnología se verá contrarrestada por el descenso de la natalidad de la población, sobre todo en los países ricos.
El caso más relevante e inmediato a este respecto se refiere a Japón, un país donde la situación parece difícil, ya que el descenso de la natalidad se ha manifestado con más fuerza que en otros países (Inagaki, 2024). Aquí, ya no es posible garantizar los servicios esenciales de los que depende la población para mantener su estilo de vida y su infraestructura social. Según el RWI (Recruit Work Institute), se prevé que en 2040 faltarán 11 millones de personas en el país en comparación con lo que se necesitaría para dar un giro a la economía.
Tras el aumento del empleo femenino y la prolongación de la edad laboral, medidas que se han demostrado insuficientes, ahora se está intentando utilizar, entre otras cosas, la robótica y la IA, así como, por primera vez, la entrada masiva de trabajadores de otros países asiáticos en el país. A finales de 2023, se habrá superado la cifra de dos millones de extranjeros en la mano de obra local, un récord nacional. Siguiendo en Asia, es muy posible que China siga un camino similar en un futuro próximo.
TRABAJAR EN LOS TIEMPOS DE LA IA
Ahora se presta especial atención, de forma más general y no injustificada, al desarrollo de la IA y sus consecuencias.
Un estudio reciente del Fondo Monetario Internacional muestra que al menos el 40% de los empleos actuales se verán afectados por estos procesos, pero con la diferencia de que en los países desarrollados se verán afectados el 60%, y en los países más pobres el 26%.
Siempre según el FMI, la IA reduce los salarios y también la demanda de mano de obra, al tiempo que agrava la ya elevada desigualdad. Un estudio paralelo de Goldman Sachs indica que la IA puede sustituir el equivalente a 300 millones de empleos a tiempo completo en todo el mundo y que, en cualquier caso, se beneficiarán los empleos bien pagados y los empleos para jóvenes, mientras que los trabajadores con salarios bajos y de más edad se verán penalizados (Rodier, 2024).
En cualquier caso, parece haber surgido una especie de división del trabajo entre la robótica y la inteligencia artificial. La primera ataca principalmente, aunque no sólo, a los empleos manuales, la segunda principalmente a los empleos blancos, a los empleos directivos, incluso a los altamente cualificados, y a los profesionales autónomos. Las innovaciones organizativas, por su parte, afectan a todas las profesiones.
Mientras escribimos, leemos en la prensa internacional (Steiwer, 2024) que la mayor empresa de software de Europa, la alemana SAP, se está reestructurando para centrarse en la nube y la IA, lo que suele poner en juego 8.000 puestos de trabajo.
Un aspecto particular de la cuestión se refiere al papel de las mujeres. Sólo representan el 12% de los puestos de trabajo del sector y su práctica ausencia es una de las razones clave del sexismo de los algoritmos diseñados y desarrollados por hombres y en un universo masculino (Caulier, 2024).
En Estados Unidos, el porcentaje de mujeres cuyos empleos están significativamente expuestos a la introducción de la IA es del 80%, frente al 60% de los hombres (Caulier, 2024).
Otro riesgo es el de la supresión de puestos de trabajo, que podría afectar más fuertemente a las profesiones más feminizadas, como el marketing, el derecho y la atención al cliente.
EL RETO DEL COCHE ELÉCTRICO
En general, se pueden tener opiniones divergentes sobre las consecuencias de la innovación tecnológica respecto al nivel de oferta de mano de obra, pero es difícil rebatir lo que se desprende del examen de una actividad concreta muy importante, la industria automovilística. En Europa sigue siendo el sector industrial más importante; se ha calculado que en Alemania emplea, directa e indirectamente, a 15 millones de personas, una cifra enorme. Pero incluso en Italia sigue siendo el principal.
La llegada del coche eléctrico y pronto la del coche autónomo tendrán una enorme influencia en los niveles de empleo.
En cuanto al primero, hay que tener en cuenta que un coche eléctrico requiere muchos menos componentes que uno de propulsión clásica. Esto conlleva inevitablemente una reducción importante de la necesidad de mano de obra en el montaje de los coches y la logística que hay detrás, pero sobre todo conlleva una reducción drástica de la necesidad de trabajadores en el sector de los componentes; además, a medida que avancemos hacia una transformación muy profunda de las profesiones relacionadas, también habrá menos necesidad de talleres de reparación y mantenimiento para los coches.
Esto parece aún más grave debido a que hoy en día un coche eléctrico tiene la batería representando el 40% de su coste total y el software otro 40%, dejando poco espacio para la parte mecánica más compleja.
En estas mismas semanas, tras los casos de Bosch y Continental, ZF, la empresa alemana de componentes que es también la tercera del mundo en el sector tras las dos primeras que acabamos de mencionar, anunció la necesidad de seguir adelante con la revolución eléctrica y, al mismo tiempo, deslocalizar parte de su producción a países con costes más bajos, China, India y Europa del Este, previendo finalmente 12.000 despidos (Ansa, 23 de enero de 2024). Según algunas estimaciones, la transición a los coches eléctricos pondría en peligro en un futuro próximo a una quinta parte de la mano de obra entre fabricantes de automóviles y componentes en el país teutón.
En cuanto a esto último, hay que tener en cuenta que, a largo plazo, entre otras cosas, la profesión de conductor, que hoy representa aproximadamente el 10% de la mano de obra mundial, desaparecerá gradualmente. Otro problema surgirá del hecho de que la introducción del coche autoconducido provocará una reducción aún mayor de la producción de automóviles, lo que agravará aún más la situación.
Textos citados en el artículo
– Bricco P., Pmi leader d’Europa, ma la capacità produttiva crolla, Il Sole 24 Ore, 31 dicembre 2023.
– Caulier S., Femmes et hommes sont-ils égaux face à l’avènement de l’AI dans les entreprises, Le Monde, 25 gennaio 2024.
– Comito V., Come cambia l’industria, Futura, Roma, 2023.
– Dèbes F., Boone J., Amazon va trop loin dans la surveillance des salariés selon la CNIL, Les Echos, 24 de enero de 2024.
– Inagaki K., Japón recurre a los avatares, los robots y la IA para hacer frente a la crisis laboral, http://www.ft.com, 22 de enero de 2024.
-Madeline B., En France, la grande » smicardisation «, Le Monde, 23 de enero de 2023.
-Magnette P., L’autre moitié du monde, La Découverte, Parigi, 2024.
-Rodier A., Quel travail désirable à l’horizon 2050, Le Monde, 25 de junio de 2024.
-Steiwer N., Une restructuration chez SAP affecte 8.000 postes, Les Echos, 25 de gennaio de 2024.
-Thompson E. P., The making of the english working class, Vintage books, Londra, 1963.