Por Raúl Zibechi
Fuentes: //desinformemonos.org
Muchos nos hacemos la siguiente pregunta: ¿por qué si las mayorías viven cada vez peor, no se registran levantamientos, insurrecciones o movimientos masivos anti-capitalistas?
Los sectores populares tienen cada vez menos acceso a la tierra, sufren violencias estatales y del crimen organizado, la salud que les ofrece el sistema es pésima y la escasez de agua se incrementa de modo exponencial. Uno de cada cuatro habitantes del planeta sufre por falta de agua. Sin embargo, siguen creyendo en el Estado-nación y una gran parte aún confía en que los partidos políticos pueden solucionar sus problemas.
Creo que el comunicado 14 de EZLN, “La (otra) Regla del Tercero Excluido” ofrece una explicación clara y verdadera:
“La mayoría de la población no ve o no cree posible la catástrofe. El capital ha logrado inculcar el inmediatismo y el negacionismo en el código básico cultural de los de abajo. Más allá de algunas comunidades originarias, pueblos en resistencia y algunos grupos y colectivos, no es posible construir una alternativa que rebase lo mínimo local”.
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El historiador francés Emmanuel Todd explicó en una entrevista con Rafael Poch las razones por las cuales el conformismo se instaló en la sociedad, reflexionando a propósito de las elecciones de 2017. Destaca dos aspectos vinculados a la población. Entre 1992 y 2015, la población francesa ha envejecido y la edad promedio en ese lapso aumentó entre 5 y 6 años. Sostiene que “los viejos son prisioneros” del sistema financiero, en concreto del euro, porque un cambio profundo afectaría sus pensiones (La Vanguardia, 7 de mayo de 2017).
En segundo lugar aborda la estratificación educativa. En Francia en 1992 la proporción de gente con estudios superiores era del 12% y ahora son el 25%. Concluye: “La gente con estudios superiores produjo una oligarquía de masas. No de élites, sino de masas, gente que vive en su propia salsa y que se cree superior”. Según los datos, “el segmento superior oligárquico de la sociedad ha doblado de tamaño en el periodo”.
Una población envejecida y dependiente del Estado y el capital y una amplia masa oligárquica son las bases del conformismo, señala el historiador.
Dos cuestiones a tener en cuenta. El lenguaje suena brutal. Utilizar el concepto de “oligarquía de masas” para definir a esa enorme cantidad de personas que pueden pasar toda su vida en los estudios académicos, entendidos como escalera social y material, parece algo exagerado. Además, el dato se circunscribe a Francia, aunque creo que cada vez más las sociedades latinoamericanas tienden hacia esa realidad: una mitad de la población entrampada en el sistema que vive razonablemente bien, y la otra mitad que vive de modo cada vez más precario. Mitad y mitad, como decía Immanuel Wallerstein, es la dominación perfecta.
Sin embargo, muchos países latinoamericanos están muy cerca de las cifras europeas: en Argentina un 24% tiene título universitario, en Colombia y Brasil el 22%, en México el 21% y Chile 31% (https://goo.su/Zn2X)1. Cifras que aún están por debajo de los países de la OCDE, que cuentan con el 41% de su población titulada, aunque todo indica que van convergiendo.
El periodista Poch recuerda en una de las preguntas formuladas, que el actual presidente Macron en un mitin de campaña citó a un intelectual enfrentado a los estudiantes de su universidad en el 1968 que cuestionaban su autoridad, diciéndoles: “Mi autoridad viene de que yo he leído más libros que ustedes”. Y agregó que “hay talentos y no talentos, hay que construir la autoridad de los que saben”. Según el presidente, no se trata de proteger a los más débiles “sino dar libertad”. Exactamente lo mismo que dice Milei y la ultraderecha.
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Creo que el conformismo, así como el negacionismo de la catástrofe y el inmediatismo que señala el Capitán Marcos, tienen varias raíces. Una de ellas es el consumismo, otra la larga influencia de los Estados entre los sectores populares, así como la permanente amenaza de violencia y, por supuesto, la violencia real.
Me gustaría enfocarme en la estratificación educativa. En mi país, que pasa por ser uno de los menos desiguales del continente, los datos son alarmantes. Entre el 20% de la población de mayores ingresos, seis de cada diez tienen educación terciaria. Entre el 20% de menores ingresos, sólo el 3% los tienen. ¡¡Veinte veces más!! (https://goo.su/t0ERQ).
Es evidente que no todos los universitarios se sienten parte de una camada superior. Conozco un puñado que son verdaderos compañeros y compañeras. El tema es otro. Buena parte de esa “oligarquía de masas” que denuncia Todd son hoy funcionarios del progresismo, voceros de sus políticas y defensores mediáticos de las mismas. Esgrimen argumentos racionales, aparentemente coherentes, pero ellos y ellas rechazan cualquier análisis sobre su propia performance privilegiada y se dedican a poner bajo la lupa a las y los de abajo.
La rebeldía en las sociedades siempre partió de las juventudes de los sectores populares. Pero el sistema encontró el modo de encandilarlos que van desde el consumismo hasta el gancho del ingreso a las universidades. En ellas adquieren los códigos culturales necesarios para ascender en la escala social, sin cuestionar el capitalismo. En no pocos casos se han convertido “progresistas”, lo que les permite defender el sistema desde lo políticamente correcto.
1 Según estos datos Francia tendría, en 2020, 41% de titulados universitarios, aunque Todd maneja la cifra de 25% para 2015.