Primera parte
Por Omar Navarrera
Pareciera que Argentina vendió su dignidad por una copa del mundo, aunado a la crisis económica que fue devaluando su peso cada vez más y las estrategias del imperialismo que, históricamente, han apoyado gobiernos entreguistas con tal de ir desplazando a las izquierdas en el poder.
Regresa la extrema derecha como si fuera una alternativa real a la crisis en el país argentino, pero no quiero centrar este artículo en la gravedad que significa la llegada de un personaje como Javier Milei al poder, sino en algunas causas que propiciaron su lamentable llegada y con ello el envalentonamiento de las derechas en la región latinoamericana.
Que un ultra neoliberal, homofóbico, racista y darwinista social (y todos los apelativos y adjetivaciones que ayuden a retratar el fascismo) llegue a la presidencia de Argentina representa un medidor de lo que se ha dejado de hacer en los llamados gobiernos de izquierda progresista. Es aquí donde quisiera centrar esta breve reflexión que ya he venido trabajando en otros artículos de este periódico, ya que en los últimos tiempos nos han demostrado que aunque hayan llegado al poder coaliciones de izquierda o gobiernos progresistas nada garantiza su permanencia y mucho menos su cimentación como para hacer escuela (como sí lo han logrado las derechas).
Parecería lógico que las derechas se edifiquen en el poder por su naturaleza y sus objetivos acorde a la estructura capitalista en contraste con los horizontes de las izquierdas-progresistas. Sin embargo, habría que preguntarnos entonces si vale la pena dar la lucha por la vía electoral. Por ejemplo en los años sesenta y setenta era bastante inverosímil pensar en la llegada al poder por una coalición de izquierdas (ya vimos qué pasó con la Unidad Popular de Salvador Allende en Chile) pero desde Hugo Chávez en Venezuela se comenzaron a trazar caminos de posibilidad.
Quién pensaría que ex-guerrilleros como José Mujica de Uruguay o Gustavo Petro en Colombia, podrían llegar a la presidencia, o sindicalistas militantes como Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil y Evo Morales Ayma en Bolivia podrían tener la oportunidad de gobernar sus respectivos países. Sabemos de antemano que la estructura capitalista constriñe y una alternativa real no puede gobernar de manera aislada (el socialismo en un sólo país nunca funcionó). Además la oligarquía internacional jamás dejará gobernar a sus anchas a ninguna izquierda por tibia que esta sea. Incluso parecería casi matemático que al llegar un gobierno de izquierda le deje la alternancia a la derecha pero, ¿por qué? Ya sea por golpe de Estado (como con Pedro Castillo en Perú) o por la vía electoral, pero el arrebato del poder y los cambios abruptos de perspectiva nos están diciendo algo que no estamos comprendiendo del todo.
México para nada está exento del fantasma del fascismo. Muy confiados están los morenistas de que su poder es abrumador y crece cada vez más. Da la impresión de que se están convirtiendo en autoreferentes como si en realidad estuvieran representando todas las demandas de un pueblo saqueado (por el extractivismo), violentado (feminicidios) y masacrado (por el narcotráfico). Hace unos días se decían herederos de la filosofía de la liberación de Erique Dussel, ¿en realidad lo son? ¿Dónde está el trabajo de base con las y los trabajadores y con las y los estudiantes? ¿Son la izquierda anticapitalista necesaria? Mucho que reflexionar para el próximo 2024.
Esto y más desarrollaré en la siguiente edición del Machetearte, ¡no te lo pierdas!