Por Atilio Borón
Fuentes: cubadebate.cu
Las crecientes críticas mundiales contra la campaña militar genocida lanzada por el Gobierno israelí tras el alto al fuego provisional empujaron al presidente Joe Biden a adoptar una postura crítica sobre los bombardeos indiscriminados de Tel Aviv sobre Gaza.
Los observadores de Washington señalaron que Biden hizo uso de un “lenguaje inusualmente duro” poco antes de que la Asamblea General de las Naciones Unidas convocara a una sesión para “exigir un alto el fuego humanitario, la protección de los civiles, la liberación inmediata e incondicional de todos los rehenes y el acceso humanitario”.
Biden afirmó que la seguridad de Israel cuenta con el apoyo incondicional de Estados Unidos, los gobiernos europeos y la propia Unión Europea, pero que los continuos bombardeos contra civiles indefensos en Gaza estaban empezando a erosionar ese apoyo.
Las manifestaciones masivas en las principales ciudades del mundo contra los bombardeos israelíes, exigiendo el fin de la guerra y la posibilidad de prestar ayuda humanitaria a la población palestina, parecen estar inclinando la balanza de la opinión pública mundial en contra del régimen racista israelí.
La votación del pasado martes en la Asamblea General fue abrumadoramente favorable al alto el fuego y demostró el creciente aislamiento de Estados Unidos e Israel en lo que la propaganda imperialista suele llamar la “comunidad internacional”. Por supuesto, en boca de los funcionarios estadounidenses la “comunidad internacional” sólo incluye a los aliados y vasallos de Estados Unidos; el resto del mundo simplemente no existe. Por eso, cuando la “comunidad internacional” se pronuncia, como lo hizo en la votación en las Naciones Unidas, 153 de sus 193 miembros votaron a favor del alto el fuego; es decir, en contra de la preferencia estadounidense, con 10 países que votaron alineados con Washington y en contra de la resolución propuesta; y 23 que se abstuvieron. Sólo ocho países -Austria, República Checa, Liberia, Micronesia, Nauru, Papúa Nueva Guinea y sólo dos países latinoamericanos: Guatemala y Paraguay- se unieron a Estados Unidos e Israel en la oposición a la resolución.
En este caso el apoyo al alto el fuego fue muy superior al obtenido por la resolución patrocinada por los árabes el 27 de octubre, que pedía una “tregua humanitaria” que condujera al cese de las hostilidades. En aquella ocasión la votación fue de 120 a favor, 14 en contra con 45 abstenciones.
Hasta ahora, la campaña de bombardeos en Gaza registra un número extraordinario de víctimas: más de 18 000 muertos según los informes oficiales. Pero esta cifra no incluye a los cientos de personas que yacen bajo los escombros de los edificios de viviendas, escuelas, hospitales y campos de refugiados brutalmente destruidos por el ataque israelí, la mayoría de ellos niños, mujeres y ancianos.
Biden también renovó sus advertencias de que “Israel no debe cometer los mismos errores de sobrerreacción” que cometió Estados Unidos tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. Como prueba de esta preocupación, la Casa Blanca decidió enviar a Israel a su principal asesor de seguridad nacional, Jake Sullivan.
Según fuentes oficiales estadounidenses, Sullivan visitará el Estado judío los días 14 y 15 de diciembre. Se reunirá con el primer ministro Benjamín Netanyahu, con algunos miembros de su gabinete de guerra e incluso con el presidente israelí Isaac Herzog.
El martes, Sullivan dijo que quiere hablar con funcionarios israelíes sobre su plan de posguerra para la Franja de Gaza, donde Hamas es el partido gobernante. El enviado de Biden tendrá que enfrentarse a Itamar Ben-Gvir, líder de un partido israelí de extrema derecha (descrito habitualmente como nacional-sionista, en referencia al partido nacional-socialista de Hitler) y ministro de Seguridad Nacional de la coalición de gobierno de Netanyahu. Ben-Gvir es un crítico acérrimo de la solución de los dos Estados y ha pedido que Israel reafirme su control sobre toda Cisjordania y Gaza para lograr la construcción del Gran Israel tras la expulsión, o incluso el exterminio, de la población palestina.
Una evaluación cuidadosa de la situación actual en Gaza no puede sino concluir que el régimen racista de Netanyahu continuará sus masacres hasta lograr apoderarse de toda la Franja de Gaza si es que se muestra capaz de doblegar la resistencia de Hamas y del pueblo palestino; y capaz también de hacer oídos sordos a las crecientes críticas y protestas populares que se extienden por todo el mundo y a los llamamientos a la negociación propuestos por algunos gobiernos, principalmente China y Brasil.
Obviamente, tal plan hará aún más inestable y explosiva la situación en Medio Oriente, y aunque a corto plazo pueda considerarse un éxito para Tel Aviv, a medio plazo la vulnerabilidad de “Israel” y el resentimiento generalizado en el mundo árabe hacia un país que cometió las horrendas atrocidades que estamos presenciando en Gaza harán insostenible su situación en la región, incluso con la complicidad y protección de Estados Unidos y sus vasallos europeos. El Holocausto sufrido por la nación palestina no quedará impune, aunque en este momento suene a ingenua ilusión.