Por Cristóbal León Campos
Quisiera iniciar con la palabra tragedia, pero no sería la correcta, pues las tragedias responden a fuerzas incontrolables o, en su caso, a eventos donde el infortunio se mezcla con una serie de hechos que rompen lo explicable y circunscriben el actuar de los seres humanos, pero la muerte de por lo menos 39 inmigrantes en la Estación del Instituto Nacional de Migración en Ciudad Juárez, Chihuahua, junto a decenas de heridos, no tiene tanto de tragedia y sí mucho de la política inhumana antiinmigrantes que implementan los gobiernos de México y Estados Unidos. Para ser más precisos, hablamos de la lógica natural del capitalismo sin máscaras ni tapujos, pues su esencia es todo lo contario a la búsqueda del bienestar humano.
Primero: detener en estaciones (semejantes a cárceles) a los inmigrantes es ya de por sí una violación a los derechos humanos. El tratarlos como criminales negándoles el derecho de buscar un mejor lugar donde vivir, es, sin duda, una acción inhumana que no tiene justificante.
Segundo: negar que las olas migratorias de Centroamérica y Sudamérica responden a la crisis del capitalismo que arroja a millones de seres humanos a la pobreza extrema y a la precariedad cotidiana, donde se ven obligados a buscar cualquier forma de sobrevivir, es también negar o querer ocultar la lógica central del capitalismo basada en la explotación de la mano de obra y su empobrecimiento como forma de sometimiento para control y exterminio.
Tercero: reforzar las fronteras con militares, armas, muros o cualquier otro elemento que impida el paso, no es y nunca será una manera humana de afrontar la crisis global que la humanidad experimenta por el deterioro de la calidad de vida de millones de proletarios en el mundo, es decir, pueden los discursos pretender conmover con palabras “humanistas”, pero los hechos dejan claro que si no se combaten el origen de la pobreza y las condiciones extremas de vida, simplemente el aire se lleva las palabras y deja el hambre y la muerte (aunque suene por demás crudo).
Cuarto: cuando el actual gobierno mexicano aceptó (por convicción o imposición del gobierno yanqui) convertir al territorio de México en zona de detención de inmigrantes que buscan llegar a Estados Unidos, se condenó a los inmigrantes a padecer todo tipo de abuso, cuyo origen es el sentir racista y la política antiinmigrante del Imperio, adoptado y adaptado ahora por los mandatarios de ambas naciones.
Quinto: los principios racistas y clasistas que guían la política antiinmigrante se sustentan, aún en pleno siglo XXI, en la absurda idea de la superioridad de razas y en la pirámide injusta de clases que el capitalismo ha producido, siendo los proletarios y los sectores populares, quienes padecen la violencia sistémica que les niega el derecho a vivir en plenitud.
Sexto: al no ser la muerte de los inmigrantes una simple tragedia, ni ahora ni en otras ocasiones, estamos ante la continuidad de un crimen que únicamente cambia de forma de manifestarse, pero que se basa en el desprecio y desinterés real por erradicar la necesidad de emigrar por cuestiones económicas y/o sociales, pues a quienes lo hacen por placer se les llama turistas y se les abren las fronteras, ¿o acaso es otra la principal industria de la gran mayoría de los países?
Séptimo: los inmigrantes tienen el total derecho a buscar mejores condiciones de vida personal y familiar, es inhumano criminalizarlos y despreciarlos hasta la muerte.
Publicado en Rebelion.org