Por Alberto Híjar Serrano
Las venas abiertas de América Latina sustituyó para bien a los libros de texto de historia narrada linealmente con centro en la construcción de los Estados-nación y con referencias sesgadas a las tropelías colonialistas e imperialistas. De guerrillas y bandoleros nada se dice en los textos oficiales, son guerra sucia, capítulo aparte de presidentes y leyes. El libro de Galeano que alcanza ahora no menos de 60 ediciones, se sumó en los setenta a las antologías de Quinto Sol, una editorial de profesores CCHeros empeñados en dar a conocer documentos históricos originales, textos clásicos y testimonios y reflexiones sobre la historia total por incluyente de lo ignorado y ocultado. De Espartaco al Che y de Nerón a Nixon tuvo que ser reeditado decenas de veces para satisfacer la demanda de profesores y estudiantes ávidos de historia actualizada bien distinta de la que parte de antecedentes remotos para eludir al presente. Ni Ismael Colmenares ni Víctor Gallo de Quinto Sol ni Galeano figuran entre los doctores honoris causa de la UNAM. Salva el honor universitario la Universidad de Guadalajara con su esquela que informa del doctorado honoris causa a Galeano.
En 1980, el Taller de Arte e Ideología llevó a la Revolución Popular Sandinista un cartel inspirado en Las Venas de Galeano. Cayó como anillo al dedo cuando aún no prohibía la comandancia sandinista las acciones por cuenta propia aunque empezaba a recomendar que bajaran (sic) las decisiones desde arriba. Las Venas abrió caminos a lo que Revueltas llama democracia cognoscitiva crecida en las lecturas colectivas, discutidas y gozadas, sobre todo gozadas, entre los lectores de Eduardo Galeano. Siguieron otros libros para dar a entender la riqueza compleja de América tanto en sus pueblos y comunidades como en la relación vital entre la economía política y la vida cotidiana. Galeano incursionó en el futbol y pudo descubrir las raíces populares no mercantiles en las prácticas llaneras sin más control que la organización de calendarios, arbitrajes, credenciales y ceremonias de premiación por coordinadoras de torneos y ligas modestas. Un orden placentero se siente, por ejemplo, en la narración del partido entre niños que al final marchan cantando: “ganamos, perdimos y como nos divertimos” y un dolor solidario con el autor del gol histórico del triunfo de Uruguay sobre Brasil en el Maracaná, quien acabó pobre y olvidado, tanto como el querido Garrincha. Atina Maradona al decir que Galeano enseña a leer el futbol.
Materialista histórica y dialéctica, con orientación clasista evidente, la obra de Galeano prueba la necesidad de vitalizar la historia al descubrir como las determinaciones fuertes y generales concretan poderes, dominios y respuestas con profundo sentido estético. De aquí la necesidad de ir a las fuentes destruidas pero resistentes a morir colonizadas por la propaganda imperial y los usos y costumbres de los intelectuales fresas. Leyendas, mitos y ritos indígenas, sobreviven a pesar de todo y bien merecen conocimiento para descubrir una poética histórica irreductible a la erudición sin pena ni gloria y a las lecciones rutinarias de los profesores reducidos a una sucesión de hechos y nombres más o menos heroicos o traidores. Eduardo Galeano nos enseña a degustar la historia como dimensión estética. Sus bellos libros lo sobreviven. Memorias del Fuego es ejemplo a seguir de título-consigna al contrario de los títulos para oscurecer a nombre de la poesía hermética. Cuando por primera vez habló de sus escritos en la pequeña Sala Ponce de Bellas Artes abarrotada, un activista le preguntó cómo conseguir sus libros tan caros. Galeano tuvo que admitir el dominio capitalista del que antes había bromeado ante la botella de agua supuestamente pura. Una vía de apropiación libertaria de los textos de Galeano es su aparición frecuente en la prensa contestataria, el teatro pobre, las emisiones de las radios comunitarias. León Chávez Teixeiro le escribió un correo electrónico solicitando licencia para incluir el texto que dice que en la calle se escuchaba una canción: “se va la vida, se va al ahujero como la mugre en el lavadero”. De inmediato Galeano respondió agradeciendo el honor del disco de Barcelona.
Galeano enriquece al español con la elocuencia breve incluyente de las imágenes poéticas abrevadas en el saber popular, en sus mitos y ritos de apropiación de los bellos pasados indígenas donde no todo es masacre y resistencia siempre significantes. Galeano da a entender la importancia de las culturas no escritas sino orales validas de cantos, danzas, ceremonias y subversiones de las religiones canónicas.
Todo por la utopía pero no para declararla imposible sino para construirla pese a todo, para caminar cuando el arribo se aleja lo cual exige mayor empeño y astucia. La de los pueblos en lucha llora a Galeano. Los nadie reales no se enteran pero algunos aprendemos, lloramos y seguimos.
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