Por El Saltapatrás
Para quienes llevamos varias décadas acumuladas y transitadas por este México lindo y querido ciertos acontecimientos en materia política han resultado impensables. Al hacer una brevísima remembranza recordemos que los partidos del PRI y el PAN, al iniciar el siglo XXI, pactaron la repartición de las mejores rebanadas del pastel apegándose a los manuales más audaces del arte de la patraña profesional. Si bien con el salinato todo parecía empezar a pintar bien desde la comprensión del ciudadano común y corriente y de a pié, no fue hasta aquel 1º de enero de 1994 que un movimiento trastocó la comprensión colectiva del inocente pensar mexicano, cuando un grupo de indígenas chiapanecos, encabezados por un encapuchado de pipa y carrilleras, advertían que el TLC (Tratado de Libre Comercio) representaba un pacto con el mismísimo chamuco imperialista disfrazado de algo conocido como neoliberalismo, ¡y aguas!
Pero, “¿no se suponía que esa era la puerta de entrada para hablarnos de tú a tú con los güeros del norte?”, se cuestionaron algunos que decidieron echarle coco al asunto y terminaron apoyando al movimiento zapatista. Surgieron entonces protestas por la igualdad y la inclusión de una auténtica dignidad indigenista, logrando por primera vez propinar un certero descalabro histórico al siempre todopoderoso PRI (lo impensable), o lo que era lo mismo, al México de la dictadura perfecta, como en 1990 lo expresara el escritor peruano Mario Vargas Llosa el cual, tiempo después, terminara seducido por las mieles del lavado de dinero a la usanza de la más corrupta política latinoamericana que alguna vez criticó, ¡ni hablar!
La tomada de pelo del pelón Salinas y posteriormente el endeudamiento del pueblo para rescatar las deudas privadas a través del FOBAPROA del gobierno zedillista, aunado a la farsa en que concluyó el rancio proselitismo esperanzador del expresidente `Chente´ Fox Quesada, quien presumiera lograr pacificar el conflicto en Chiapas en 15 minutos, este último, terminó aguando el que aparentó ser el principio del tan anhelado «sueño mexicano» sin PRI. Después le tocó el turno a Felipe Calderón, sin dejar de dar la impresión de que el PRI se hallaba vigente manejándose a discreción mientras se tomaba un descanso para volver a la carga. Y así fue. Un “nuevo PRI” reapareció para ocupar la silla presidencial con quien decía haber leído la Biblia como una de tres obras que marcaran su vida, Peña Nieto, el monaguillo elegido por el grupo Atracomucho y sobrino del exgobernador mexiquense Arturo Montiel. ¡Ah bárbaros!, por poco y no nos dábamos cuenta de ese nepotismo.
Así daba inicio un PRI de niños bonitos, encomendados a ocupar los puestos VIP de las distintas secretarías del Estado y siempre emparentados con dinosaurios de la era salinozoica. Requisitos: haber estudiado en escuelas privadas (de preferencia gabachas), comprender las órdenes de sus titiriteros, ser guapos (blanquitos de preferencia pa´ verse bien en las entrevistas de los noticieros chayoteros); ser priista de abolengo, tener dominio en el uso del cinismo para siempre mostrar buena cara, tener princesitas por esposas(con punto a favor si era artista del Canal de las Estrellas, ahora Las Estrellas); vestir caro, saber de gustos refinados y total disponibilidad para hacer constantes viajes al extranjero en el lujoso avión presidencial (así como entrarle con ahínco al chupe caro de su barra libre, ¡salud!).
Con esta receta política, una vez expuesta al electorado tal y como quedó demostrado en las elecciones presidenciales de 2018, el resultado no fue óptimo para ellos y la fórmula no logró cuajar para mantener al PRI a la cabeza de la presidencia. Desde entonces espacios y territorios son perdidos en los comicios, siendo la permanencia de su registro ante el INE lo que evidencia una situación crítica y comprometida nunca antes vista dentro del partido que siempre jugó sucio para eternizarse.
Sin embargo su dirigente actual, Alejandro Moreno, `Alito´, parece seguir fiel a los ideales de la vieja fauna del PRI y, optimista, continúa actuando con la congruencia típica y añeja de la doctrina del perfecto priista: dominio de una demagogia que sale de una realidad que solo ellos ven, enriquecimiento inexplicable al ocupar un puesto político (pero que no es otra cosa que el “fruto de años de trabajo”). Unido a lo anterior, los últimos ideales del “nuevo PRI” promovidos durante la campaña a la presidencia de Peña Nieto: cuidado de la imagen, siempre bien vestido, bien calzado y bien peinado; ingenio, habilidad y destreza para desviar dinero de forma ilícita; sentirse parte de una élite política neoliberalteca que hablan el cabroñol (como diría `El Fisgón´) y por último, ¡ni modo que no!, poseer costosísimos inmuebles residenciales en zonas exclusivas. Como diría el viejo y conocido refrán, «cría cuervos y te sacarán los ojos». Las golondrinas empiezan a escucharse a la distancia, o eso parece, y `Alito´ Moreno con su cabroñol avanzado entona la letra frente a la inconformidad de la militancia y la complicidad de sus compinches, a quienes por cierto, empieza a notárseles acalambrados por la temblorina que tienen. El PRI está herido de muerte, y su dirigente, bien adiestrado y adoctrinado, se está convirtiendo en su sepulturero oficial. Y si nos quedamos sin PRI (lo impensable), ya nada más a ellos les quedará recordar la de Los Panchos, que dice: Sin PRI, no podré vivir jamás…