Por Alberto Híjar Serrano
En su postrer informe de gobierno, LEA califica a los alborotadores del 68 como hijos de familias disfuncionales, drogadictos, sexualmente desviados y afines a las “ideas exóticas”. La masacre del 10 de junio ordenada por LEA ya presidente, probó la imposición de una contrainsurgencia estudiantil como posición de Estado. Concretó así su experiencia organizativa del Batallón Olimpia para la Masacre de Tlatelolco donde no pudo evitar el fuego cruzado que hirió a un general en la plaza. Había que centralizar el mando y proveer de cobertura político-militar al Plan Cóndor con las dictaduras militares del Cono Sur, todo como agente distinguido de la CIA denunciado como integrante de la operación Litempo por el jefe de la agencia instalada en la embajada yanqui en nuestro país, la segunda en importancia en el mundo, luego de la URSS. Philip Agee, jefa de la agencia, desapareció después del 2 de octubre para escribir sus memorias en Alemania. Murió en Cuba.
La masacre con Los Halcones probó la coordinación político-militar incluyente de la desaparición de heridos con el ataque a las ambulancias y a los hospitales de la Cruz Roja y la Cruz Verde. El control de la información pública lo llevó hasta la ocupación militar de Excélsior y la intimidación constante a las revistas Por Qué y a Política donde colaboraban algunos aperturistas. Un disidente de ellos, Víctor Rico Galán, terminaría en la cárcel.
A la par, Echeverría se propuso encabezar a los llamados países no alineados para lo cual hizo una gira por África, Medio Oriente y Europa y fundó el Centro de Investigaciones del Tercer Mundo en una de sus casas en San Jerónimo, donde un muro de triple altura estuvo cubierto de máscaras indígenas ceremoniales, parte de sus ricas colecciones que ahora el Comité del 68 exige regresar al pueblo de México. Se presentó exitosamente en la ONU para lograr la aprobación de su Carta de los Derechos Económicos y postularse para la presidencia del organismo mientras ocupaba la representación de México en la UNESCO. El máximo represor de los movimientos estudiantiles, el coordinador de la guerra sucia contrainsurgente, era mostrado como gran educador.
Su proyecto de Estado fuerte oculta los crímenes político-militares con la creación de Secretarías de Estado y dependencias de política popular, acompañadas de la fundación de escuelas de relativa autogestión como la UAM, los Colegios de Ciencias y Humanidades y los Colegios de Bachilleres en las periferias de la capital y en los estados más pobres.
Proclamó la “apertura democrática” para inculpar a Díaz Ordaz de los crímenes coordinados por él. Jóvenes políticos como Muñoz Ledo y su grupo, el jurista Sergio García Ramírez creador de las cárceles sin rejas, Carlos Fuentes como propagandista en Europa y Estados Unidos y los intelectuales firmantes del folleto de Fernando Benítez “Echeverría o el fascismo”, ocuparon la orientación “progresista” de la cultura y coordinaron con refugiados de las dictaduras del Cono Sur, Brasil y Uruguay, la renovación de las ciencias sociales y la actualización del marxismo ante las debilidades del Partido Comunista Mexicano (en proceso de extinción), por lo cual en las oficinas de la presidencia nació el Partido Socialista Mexicano para contribuir a la fragmentación de las izquierdas electorales y negociadoras de cualquier proyecto cupular. A sangre y fuego combatió a las organizaciones político-militares, algunas como las de Rubén Jaramillo, Genaro Vázquez y Florencio “El Güero Medrano”, que le dio dimensión americana a su proyecto, resultaron víctimas de una serie de fraudes electorales de Estado acompañados de masacres como las de copreros, azucareros, cafeticultores y campesinos a cargo de generales especializados como Acosta Chaparro y Quiroz Hermosillo. LEA heredó el proyecto político-militar de Estado fuerte con el aplauso de las izquierdas oportunistas y logreras beneficiadas con el registro y el patrocinio estatal por el sucesor, nombrado por el mismo LEA, su compañero de andanzas juveniles sin más mérito que ése: José López Portillo. Tal es el centenario criminal asombrosamente repudiado por el oficial Canal Once que terminó su reportaje con la frase: ni perdón ni olvido. En el siglo pasado, el Museo Estudio Diego Rivera decidió hacer una exposición de Diego Rivera trotskista. Propuse exhibir por vez primera los cinco paneles sobrevivientes del incendio de la escuela trotskista pintada a la par de la destrucción del mural en el Rockefeller Center. La solicitud para ser recibidos fue respondida con un saludo a la Directora y la declaración de que Alberto Híjar “es persona non grata”. Estos paneles fueron comprados por LEA en una subasta para regalarlos años después a su admirada Elba Esther Gordillo. Encarcelada, pasaron a custodia de la Procuraduría General y el SNTE los exhibió en un hermoso local a un costado de la iglesia de Santo Domingo con pésima cédulas y presentación. De aquí la pertinencia de exigir la extinción de dominio en beneficio del pueblo de México. Ni perdón ni olvido, el Colectivo Híjar trabaja, por la memoria histórica para impulsar la justicia y la verdad como lecciones constructoras para el presente anticapitalista.