Por Melchor López
Es 10 de mayo. Un colectivo de madres buscadoras está en Palacio Nacional para pedir al presidente de México una audiencia y entregarle en mano acciones del gobierno para la búsqueda de sus desaparecidas y desaparecidos; pero no las recibió.
Después, fueron al Monumento a la Madre, en la avenida Reforma e Insurgentes; desde donde realizan una manifestación hacia el Ángel de la Independencia. Y concluyen con mitin en el que narran/detallan su desgarradora experiencia de transitar de un lugar a otro con la esperanza de lograr su objetivo. Es una concentración con representación de varios estados de México.
Facu, es el sobrenombre de un participante. Él sostiene una manta con la imagen/réplica del registro de la ficha de búsqueda de su ser querido: su papá, José Guadalupe, desaparecido el 18 de noviembre de 2013. Él vino desde la frontera norte, vive en el municipio de Piedras Negras, Coahuila. De allá se desplazó a la Ciudad de México. Recientemente estuvo en Durango, en otra acción para difundir su búsqueda.
Facu narra con sentimientos encontrados. Recuerda los momentos en los que convivió con su papá. Y cuando supo que se lo llevaron, la palabra “desaparecido” ronda sus sueños y recuerdos. Su pedazo de historia es uno de los miles registrados oficialmente hasta el mes de mayo de 2022.
Desde hace casi 10 años no sabe nada de su papá. Él narra en entrevista que la ausencia la sustituye con sueños y recuerdos que comparte y que en instantes le sacan una o más sonrisas. Durante la charla habla del apoyo de su pareja e hija; y cómo lo empujan contra la realidad y el dolor para asistir a las manifestaciones. En su travesía lo ha acompañado su mamá.
¿Cómo se hace una búsqueda?
Una modalidad es la que realizan los colectivos denominados las rastreadoras. Son mujeres que, con palas, picos, varillas, y otros instrumentos, recorren baldíos, entre matorrales o en cuevas; van allí porque desde el anonimato alguien les dice que vieron/escucharon gritos de dolor, disparos o el motor potente de las trocas.
Las historias amarran las realidades de las personas que buscan. Como la de Carmela. Ella perdió a su esposo, papá de sus tres hijas entre la carretera que va de Michoacán a Jalisco. Él se llama César. Ella está en la Ciudad de México y narra su historia de incertidumbre que tritura el alma. Sin embargo, no cesa en la búsqueda alentada por la esperanza de encontrarlo y cerrar esta amarga experiencia.
La indolencia, la apatía y el nulo profesionalismo en las autoridades es lo que más ha vivido. “Nos declaramos incompetentes para realizar la investigación”, le dijeron en el Ministerio Público de Ocotlán, Jalisco. Y le entregaron la carpeta de investigación; pero antes, la carpeta se “perdió” durante 2 meses.
Carmela es rastreadora. Participa en brigadas de búsqueda que pueden durar 15 días. Antes de iniciar, les ofrecen hospedaje. Narra que se ha topado con fosas clandestinas en lotes baldíos o casas abandonadas. Igual que el resto de los colectivos con los que participa en la búsqueda, desea que el cuerpo localizado no sea el de su ser querido. Ella quiere encontrarlo con vida. Su principal motivo de lucha son sus 3 hijas. Y, afortunadamente, recibe apoyo incondicional de los hermanos de su esposo. La charla la compartió el 18 de mayo.
“¿Quién te buscará cuando yo ya no esté?”, “Hasta encontrarles”, “Buscando tus pasos”, “Por la verdad y la justicia”, “Te sigo buscando”, son las frases en las pancartas de las rastreadoras/buscadoras en cada manifestación con el fin de hacer visible su sentir y su dolor, que no cesa.
También están acompañadas de certezas, como le sucede a Nataly, la mamá de Cristopher. Ella sabe que el cuerpo de su hijo está en la Ciudad de México, lugar en el que lo desaparecieron el 29 de agosto de 2020, en la alcaldía Azcapotzalco. Actualmente, explica en entrevista realizada el 15 de mayo, está a la espera de resultados por parte de las autoridades capitalinas.
Mientras, se acumula la estadística en el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas: más de 100 mil. Sin embargo, las entrevistadas saben por experiencia propia, en su visita a cárceles, hospitales, Semefos (Servicio Médico Forense) y fosas clandestinas, que existe una cifra que no se registra.
De Cuernavaca, Morelos, Tranquilina, que busca a Mireya, su hija desaparecida desde 2014, afirma en entrevista realizada el 10 de mayo, que “se encontraron 2 fosas clandestinas del Estado. Los cuerpos estaban en bolsas negras como si fuera basura; sin hacerles ningún registro pericial, sin saber quién era esa personita que echaban en la fosa común, sin preguntar siquiera quién la estaba buscando. Es como nos trata el Estado: como si fuéramos basura. Por eso pedimos al Estado que reabra las fosas para hacer las periciales correspondientes. Y que estas personas sean regresadas a sus hogares”.
—¿Qué hace una buscadora/rastreadora cuando termina una manifestación para hacer visible la desaparición del ser querido? —Seguir luchando. Seguir buscando. Sin cansarse.