Por Carmen Escalante
El Día Internacional de la Mujer Trabajadora se conmemora el 8 de marzo a partir de la tragedia que sucedió en la fábrica Cotton en Nueva York, Estados Unidos, en la cual el dueño encerró a 129 mujeres que exigían mejores condiciones de trabajo las cuales murieron en el incendio que tuvo lugar horas después.
Irma, costurera en el Estado de México, no sabe nada de esto. Ella solo sabe que la carga de trabajo y cuidados le ha subido al triple desde que empezó la pandemia.
Sabe que es una mujer empoderada porque ha leído la palabrita en facebook y a veces, cuando tiene tiempo, lo bromea con sus amigas “ya quiero desempoderarme” y es que a veces se pregunta dónde está el poder, si es ella la que termina cansada a las doce de la noche y no puede dar ni un paso más.
Su trabajo en el taller de costura empieza a las ocho de la mañana, hora en que Irma ya tuvo que haber dejado todo dispuesto para que su marido, quien trabaja a ratos en un servicio de taxis, pueda darle de desayunar a sus hijos y después irse a trabajar.
A la hora de su almuerzo Irma sale disparada del taller de costura hacia su casa que queda a dos calles de donde trabaja. Hace la comida y casi una hora después vuelve al lugar de la maquila donde le pagan diez pesos por pieza terminada, sin seguro social ni prestaciones.
La fachada del taller es una casa común y corriente, con una puerta pequeña y un zaguán, el interior consta de dos cuartos de siete metros por cuatro, una galera con otras nueve costureras más, algunas de ellas sin tapabocas.
Irma sabe que el lugar es una bomba de tiempo desde que empezó la pandemia ya que varias de sus compañeras se han contagiado de COVID “pero qué le hacemos, hay que chambear”, dice con voz cansada.
Imagino a las costureras que murieron en el incendio de la fábrica Cotton y no parece que hayan cambiado en nada las condiciones de trabajo tan precarias que tenían en aquellos tiempos y las condiciones insalubres en las que trabajan Irma y sus compañeras actualmente.
Laura, también habitante del Estado de México, es otro caso más de precariedad laboral. Trabaja en el tianguis de su colonia vendiendo vasos con fruta a diez pesos. El negocio no es suyo y su patrón le paga setenta pesos diarios por atenderlo de ocho de la mañana a seis de la tarde. Ella quiere estudiar pero el tiempo y las energías no le dan porque al llegar a su casa, tiene que ayudar a cuidar a sus dos hermanos y con eso de la educación virtual, ayudarles a hacer su tarea, su madre se dedica a la venta de pepitas y semillas afuera de una farmacia y llega más tarde, ninguna tiene seguro ni prestaciones y Laura no tiene ni esperanzas de tener una mejor vida “lo que urge es comer y a la ciudad no me voy porque como no sé hacer otra cosa, no me dan trabajo de nada” dice refiriéndose a la idea de buscar trabajo en la Ciudad de México.
Bety trabaja limpiando casas, estudia la universidad en línea en una universidad pública. Su objetivo, antes de la pandemia, era terminar pronto para poder acceder a un trabajo con prestaciones, en su propias palabras “la pandemia lo jodió todo, casi no tengo trabajo, la universidad se descontroló y reprobé varios semestres y no, no tengo beca de nada a pesar de que cada año aplico”.
Ninguna de éstas trabajadoras sabe de los beneficios que se han obtenido a lo largo de los años para las mujeres. Ellas viven en el Estado de México en donde la pandemia ha hecho muchos estragos en materia laboral. Muchas de ellas han tenido que ponerse a trabajar no como un proyecto personal de emancipación o empoderamiento si no para ayudar a sus maridos a sostener sus hogares, otras más han perdido la esperanza del estudio y del trabajo para una vida mejor.
Son mujeres que no pueden darse el lujo de no trabajar y eso lo saben sus patrones, quienes, exponiéndolas sin medidas de seguridad en sus trabajos les pagan lo mínimo, ninguna de ellas se ha contagiado de covid, pero su miedo es ser víctimas del contagio y no poder pagar los gastos que eso implica.
A todas ellas y a todas las que día con día salen a dar la cara en el trabajo que les tocó desempeñar, a todas las que luchan para mejorar las condiciones laborales de las mujeres trabajadoras, feliz Día Internacional de la Mujer Trabajadora.