Por la vía electoral
- Todas las formas de lucha importan
Alberto Híjar Serrano
La enorme movilización de Podemos en España y el triunfo de Syriza en Grecia, son muestras de eficacia de la vía electoral. La reelección de Evo Morales puede que también. Pero la administración de las crisis por los gobiernos capitalistas, han colmado la miseria de los pueblos que buscan cambios económico-políticos sin radicalismos, esto es, sin tocar la raíz capitalista, sino procurando otra vez la vuelta al Estado benefactor.
La globalización impone límites porque los consorcios han firmado contratos para los próximos treinta o cincuenta años que ningún gobierno está dispuesto a desconocer. Dentro de este límite, el fin de la corrupción, del crimen organizado y coordinado con la seguridad del Estado, la vuelta a una educación, salud y vivienda dignas, la compostura imposible de los derechos históricos de los trabajadores cancelados por reformas constitucionales y por modos de contratación fuera de todo control sindical, significan relaciones de poder bajo control de los consorcios, las instituciones trasnacionales garantes de su reproducción y acuerdos militares controlados por los yanquis.
¡Que se vayan todos! es la solución. Pero la viabilidad de la consigna no sólo encontró sus límites en la Argentina que la engendró sino ha procreado la certeza ahí y en todas partes de que el único camino es negociar en condiciones históricas desventajosas. Esto quiere decir liberar al Estado de compromisos coloniales, sean las deudas, los contratos o los tratados benéficos para el imperio, a la par de orientar el gobierno hacia la «buena vida» del pueblo. Es tanta la riqueza de nuestro territorio y tanta la corrupción y el saqueo que una mano dura justiciera no puede hacer que los consorcios moderen su saqueo que nunca cede del todo, ni que los funcionarios le bajen a sus sobornos y los administradores dejen de corromper los planes de distribución justiciera. Sólo la acción sostenida y ascendente de los pueblos organizados y apoyados internacionalmente, puede lograr lo que en Argentina hizo huir a tres presidentes y en Egipto cambió gobierno, cosa que no ha ocurrido en la España de los indignados. Para salvar la política de la demagogia y la movilización desmovilizada, la única posibilidad es acompañar la articulación de las organizaciones diversas con el ejercicio de la autonomía autogestiva con modalidades diferentes para universidades y escuelas de otro nivel, en los territorios rurales, las instituciones de Estado pese a sus condiciones de seguridad extrema y en las zonas industriales, aunque sea promoviendo mítines y asambleas. De aquí las consignas unificadoras y los programas precisos que concretan estrategia de largo plazo.
Todas las formas de lucha importan como constructoras de poder popular. Todos los combatientes tienen claro esto, desde el obispo Raúl Verá promoviendo la crítica constitucional sin descartar la vía político-militar, hasta las resistencias promotoras de autodefensas y autoridades decididas por asambleas comunitarias.
Votar o no votar, se dijo de tiempo atrás, no es el punto clave como afirma la propaganda televisual a la que habría que agregar que salga quien salga no representa a los pueblos en lucha. La arrebatinga de candidaturas, los abusos de las prerrogativas, la organización de fraudes electorales coordinados con los cárteles criminales, la búsqueda de beneplácitos empresariales, han sido ya cancelados por las decenas de pueblos y comunidades reivindicadoras de los usos y costumbres autonómicos. Este camino efectivo a la democracia realmente urgente tiene en la vía electoral un recurso de poder irrelevante a no ser que se decida impedir las votaciones como prueba de poder popular. Hasta podría darse el caso de que algún ganador o ganadora atienda demandas populares como suele ocurrir dentro del oportunismo político por lo que hay campañas que apuntan a infiltrar las cámaras aunque sea en minoría, sin renunciar a la construcción de autonomías y autogestiones. Pero el punto no es instalarse en las elecciones y hacerle el caldo gordo a los acarreos propagandísticos. El punto está en invertir el planteamiento del Estado para el que no hay más democracia que la surgida de las elecciones bajo su control absoluto con todo y partidos políticos sobornados. Al revés es el poder desde las asambleas populares y comunitarias, sus coordinaciones y sus estructuras de mando votadas y vigiladas con la posibilidad de la revocación de mandato. La clave de la construcción del tránsito a la democracia real y urgente no se instala en lo que Tomás Mojarro llama pedir al cacomixtle que se vuelva vegetariano.